jueves, 23 de agosto de 2012

¡Me quedo en Río!

Buenas noches. Ya estoy de nuevo por aquí. Ayer terminó nuestra aventura por Río de Janeiro, unos días en los que hemos hecho turismo, descansado y bronceado en sus playas y conocido a sus gentes. No sabéis lo que me impresionó ver la ciudad desde el avión. Mi único pensamiento: ¡nos vamos a perder seguro!
Nada más llegar al aeropuerto pudimos comprobar lo amable que son las personas por estas tierras, sin ningún problema te ayudaban; si nos veían perdidas con el mapa, nos preguntaban si podían ayudarnos, etc. Nuestro mayor temor era ir desde el aeropuerto hasta la casa de las Hermanas, lugar en el que nos hospedábamos. Nos habían explicado cómo ir, pero aun así siempre tienes ese nervio de saber si lo vas a hacer bien, si no te vas a perder en una ciudad tan inmensa como es Río. Gracias a la amabilidad de dos hombres, llegamos sin problemas. Ya en el trayecto de autobús, pudimos ver los fuertes contrastes de la ciudad. Grandes rascacielos iluminados, lujosas tiendas y restaurantes, frente  a los barrios grises de las favelas en las laderas de las montañas.
Cuando llegamos a la casa ya era de noche y la hermana nos presentó a Tamara, una chica de la residencia, que nos llevó a conocer nuestro barrio, Lapa. Podríamos decir que es “El barrio de Malasaña” de Río. Era sábado y los turistas inundaban las aceras, calzadas, terrazas, restaurantes, plazas… Pero era inevitable observar a los verdaderos cariocas, que cada día viven allí. Algunos dormían en las aceras, otros hablaban con las farolas, otros cocinaban y sudaban en sus “puestecillos” preparando palomitas, patatas, hamburguesas, etc.
Con Selarón
Al día siguiente, con mochila a la espalda, nos dirigimos a la isla de Niteroi. Para ello, debíamos de coger un barco desde el cual, pudimos observar por primera vez el Cristo de Corcovado y Pão de Açúcar, símbolos de la ciudad. Allí disfrutamos de un buen paseo bordeando el mar y de la playa. Al regresar a Río nos dirigimos a ver el monasterio de S. Bento y la escalera de Selarón. ¡Ayyy Selarón! Un hombre peculiar. Hace 23 años comenzó a decorar una escalera en el barrio de Lapa con azulejos y hoy es punto turístico. Estuvimos hablando con él un buen rato, nos mostró sus dibujos, nos contó la importancia del rojo en el mundo, etc. Sí, no os confundís, muy bien no estaba el Selarón. De allí salimos con una postal de él dedicada y firmada, pero no penséis que es porque nosotras se lo pedimos, como si fuese una estrella de cine, sino porque al decirle que le habíamos visto en la televisión española (“Españoles por el mundo”) el ego del artista estaba por las nubes.
A la mañana siguiente, nos dirigimos al símbolo brasileño por excelencia y una de siete maravillas del mundo: El Cristo Redentor. Con 710 metros de altura, a los cuales llegas a través de un tranvía, las vistas de la ciudad de Río y alrededores son espectaculares. Tuvimos suerte y pudimos visualizar todo sin problemas, pues el cielo estaba claro y no había nubes. Tienes que abrirte camino entre los turistas para encontrar tu sitio y fotografiarlo. De repente vimos gente tumbada en el suelo ¿Qué hacen? ¡Fotos! Nos dimos cuentas que era una de las maneras en las que conseguir la imagen de la estatua entera. Bueno, pues si hay que tirarse al suelo a hacer una foto… ¡nos tiramos! ¡Cómo somos los turistas! Pero mereció la pena, por las instantáneas y por las risas que tuvimos mientras intentábamos no pisar la cabeza del de delante y la mochila del de al lado.
Nuestro amigo de Copacabana
Y del símbolo del país al símbolo de la ciudad: Copacabana. Playa y playa y más playa. Esa imagen que tenéis de la arena de Brasil se confirma: sol, agua, caipirinha, mujeres con mini-bikinis, hombres haciendo deporte, etc. ¿qué mal no? Jeje. Os voy a contar un momento muy divertido que nos ocurrió. Como en toda playa, hay el típico puesto de alquiler de tumbonas y sombrillas. En cuanto pones un pie tienes a alguien preguntándote si quieres algo. Nosotras estábamos tan agusto con nuestra toalla, tumbada y tomando el sol cuando se acerca un señor. Nos señala un grupo de chicos y nos dice que si queremos nos los presenta. Pensareis: claro en Brasil, Copacabana, pues a ligar… Se convirtió en toda una situación, teniendo en cuenta que en el grupo de chicos el más mayor tenía 20 años. Es ahí, además, cuando te pesan los años. Todo ello con mi nivel de portugués. Nos reímos muchísimo hablando con el hombre, explicándole que eran pequeños y viendo como nos traía a gente, ya daba igual el género y la edad, lo principal era presentar a las chicas españolas que había conocido. Si llegamos a estar más tiempo estoy segura de que nos presenta a la playa entera.
Pão de Açúcar
Otra de las visitas obligadas fue Pão de Açúcar al cual tienes que acceder a través de un teleférico. No tiene tanta altura como el Cristo Redentor, pero está situado en el mar y las vistas son muy bonitas. Tiene menos turismo y además una vez arriba puedes sentarte y disfrutar del paisaje el tiempo que desees. Creo que puedo decir que mi lugar favorito de Río.
Entre el ir y venir de la gente en el centro de la ciudad, en una calle secundaria, está la Cafetería Colombo. Su fachada, de 1894, no da muy buena impresión, pero una vez dentro te quedas con la boca abierta. Tal vez demasiado fino para nuestras pintas de turistas, pero tomamos un buen desayuno para coger fuerzas para pasar el último día en Río.
Cafetería Colombo
Han sido pocos días pero muy bien aprovechados. Con mapa en mano, hemos caminado por todas sus calles, visitando los típicos lugares turísticos y otros que no lo son tanto, pisado y bañado en sus playas y disfrutado de la amabilidad de los cariocas. Unos días que nos han servido para descansar, desconectar de nuestro día a día en Brasilia y recargar las pilas para continuar con nuestra actividad con los niños.
Sé que la entrada es un poco más larga que de costumbre, pero tenía muchas cosas que contaros y lugares a los que trasladaros. Espero que lo haya conseguido, aunque sea un poco.  
Hasta pronto.
 
 
 

3 comentarios: