Buenas
noches. Ya estoy de nuevo por aquí. Ayer terminó nuestra aventura por Río de
Janeiro, unos días en los que hemos hecho turismo, descansado y bronceado en
sus playas y conocido a sus gentes. No sabéis lo que me impresionó ver la
ciudad desde el avión. Mi único pensamiento: ¡nos vamos a perder seguro!
Nada
más llegar al aeropuerto pudimos comprobar lo amable que son las personas por
estas tierras, sin ningún problema te ayudaban; si nos veían perdidas con el
mapa, nos preguntaban si podían ayudarnos, etc. Nuestro mayor temor era ir
desde el aeropuerto hasta la casa de las Hermanas, lugar en el que nos
hospedábamos. Nos habían explicado cómo ir, pero aun así siempre tienes ese
nervio de saber si lo vas a hacer bien, si no te vas a perder en una ciudad tan
inmensa como es Río. Gracias a la amabilidad de dos hombres, llegamos sin
problemas. Ya en el trayecto de autobús, pudimos ver los fuertes contrastes de
la ciudad. Grandes rascacielos iluminados, lujosas tiendas y restaurantes,
frente a los barrios grises de las
favelas en las laderas de las montañas.
Cuando
llegamos a la casa ya era de noche y la hermana nos presentó a Tamara, una
chica de la residencia, que nos llevó a conocer nuestro barrio, Lapa. Podríamos
decir que es “El barrio de Malasaña” de Río. Era sábado y los turistas
inundaban las aceras, calzadas, terrazas, restaurantes, plazas… Pero era
inevitable observar a los verdaderos cariocas, que cada día viven allí. Algunos
dormían en las aceras, otros hablaban con las farolas, otros cocinaban y
sudaban en sus “puestecillos” preparando palomitas, patatas, hamburguesas, etc.
Con Selarón |
Al día
siguiente, con mochila a la espalda, nos dirigimos a la isla de Niteroi. Para
ello, debíamos de coger un barco desde el cual, pudimos observar por primera
vez el Cristo de Corcovado y Pão de Açúcar, símbolos de la ciudad. Allí
disfrutamos de un buen paseo bordeando el mar y de la playa. Al regresar a Río
nos dirigimos a ver el monasterio de S. Bento y la escalera de Selarón. ¡Ayyy
Selarón! Un hombre peculiar. Hace 23 años comenzó a decorar una escalera en el
barrio de Lapa con azulejos y hoy es punto turístico. Estuvimos hablando con él
un buen rato, nos mostró sus dibujos, nos contó la importancia del rojo en el
mundo, etc. Sí, no os confundís, muy bien no estaba el Selarón. De allí salimos
con una postal de él dedicada y firmada, pero no penséis que es porque nosotras
se lo pedimos, como si fuese una estrella de cine, sino porque al decirle que
le habíamos visto en la televisión española (“Españoles por el mundo”) el ego
del artista estaba por las nubes.
A la
mañana siguiente, nos dirigimos al símbolo brasileño por excelencia y una de
siete maravillas del mundo: El Cristo Redentor. Con 710 metros de altura, a los
cuales llegas a través de un tranvía, las vistas de la ciudad de Río y
alrededores son espectaculares. Tuvimos suerte y pudimos visualizar todo sin
problemas, pues el cielo estaba claro y no había nubes. Tienes que abrirte
camino entre los turistas para encontrar tu sitio y fotografiarlo. De repente
vimos gente tumbada en el suelo ¿Qué hacen? ¡Fotos! Nos dimos cuentas que era
una de las maneras en las que conseguir la imagen de la estatua entera. Bueno,
pues si hay que tirarse al suelo a hacer una foto… ¡nos tiramos! ¡Cómo somos
los turistas! Pero mereció la pena, por las instantáneas y por las risas que
tuvimos mientras intentábamos no pisar la cabeza del de delante y la mochila
del de al lado.
Nuestro amigo de Copacabana |
Y del
símbolo del país al símbolo de la ciudad: Copacabana. Playa y playa y más
playa. Esa imagen que tenéis de la arena de Brasil se confirma: sol, agua,
caipirinha, mujeres con mini-bikinis, hombres haciendo deporte, etc. ¿qué mal
no? Jeje. Os voy a contar un momento muy divertido que nos ocurrió. Como en
toda playa, hay el típico puesto de alquiler de tumbonas y sombrillas. En
cuanto pones un pie tienes a alguien preguntándote si quieres algo. Nosotras
estábamos tan agusto con nuestra toalla, tumbada y tomando el sol cuando se
acerca un señor. Nos señala un grupo de chicos y nos dice que si queremos nos
los presenta. Pensareis: claro en Brasil, Copacabana, pues a ligar… Se
convirtió en toda una situación, teniendo en cuenta que en el grupo de chicos
el más mayor tenía 20 años. Es ahí, además, cuando te pesan los años. Todo ello
con mi nivel de portugués. Nos reímos muchísimo hablando con el hombre,
explicándole que eran pequeños y viendo como nos traía a gente, ya daba igual
el género y la edad, lo principal era presentar a las chicas españolas que
había conocido. Si llegamos a estar más tiempo estoy segura de que nos presenta
a la playa entera.
Pão de Açúcar |
Otra de
las visitas obligadas fue Pão de Açúcar al cual tienes que acceder a través de
un teleférico. No tiene tanta altura como el Cristo Redentor, pero está situado
en el mar y las vistas son muy bonitas. Tiene menos turismo y además una vez
arriba puedes sentarte y disfrutar del paisaje el tiempo que desees. Creo que
puedo decir que mi lugar favorito de Río.
Entre
el ir y venir de la gente en el centro de la ciudad, en una calle secundaria,
está la Cafetería Colombo. Su fachada, de 1894, no da muy buena impresión, pero
una vez dentro te quedas con la boca abierta. Tal vez demasiado fino para
nuestras pintas de turistas, pero tomamos un buen desayuno para coger fuerzas
para pasar el último día en Río.
Cafetería Colombo |
Han
sido pocos días pero muy bien aprovechados. Con mapa en mano, hemos caminado
por todas sus calles, visitando los típicos lugares turísticos y otros que no
lo son tanto, pisado y bañado en sus playas y disfrutado de la amabilidad de
los cariocas. Unos días que nos han servido para descansar, desconectar de
nuestro día a día en Brasilia y recargar las pilas para continuar con nuestra
actividad con los niños.
Sé que
la entrada es un poco más larga que de costumbre, pero tenía muchas cosas que
contaros y lugares a los que trasladaros. Espero que lo haya conseguido, aunque
sea un poco.
Hasta
pronto.