Iglesia Luterana de Kotka |
Cuando tomé la decisión de viajar y vivir en otro país, una de las razones principales era tener algo que hacer cada día que me despertase, tener una ilusión por ese día que amanecía. Hoy puedo decir que poco a poco voy consiguiendo aquello que me planteé. Pero empezaré por el principio.
Los primeros días estuve alucinando, constantemente, por todo lo que me rodeaba. Ya fuese en el coche, autobús o andando, mirase donde mirase, llevaba una cara de tonta… todo los paisajes que veía, con tanta nieve, ¡me parecían de cuento! Y ahí estaba yo con mi gorro, mis guantes, mi bufanda, mis botas, mi abrigo, intentando forjar una vida en tierras nórdicas. Comencé a visitar los centros juveniles, conociendo a la gente con la que voy a trabajar durante este año, los chicos y chicas, memorizando el camino para ir al trabajo y no perderme, el número de autobús que tengo que coger, etc. Días de cansancio, principalmente mental, muchas cosas que recordar, que traducir simultáneamente en mi cabeza. Pero aquí estoy hoy con mi agenda en el bolso, llena de horarios y cosas que hacer cada día. En otra entrada os explicaré con más detalle lo que hacemos en los centros juveniles.
Concretamente estoy en la ciudad de Kotka, una pequeña isla al sureste de Finlandia. Que la palabra isla no os confunda, un puente nos une al continente. Todo esto lo aprendí a la semana de estar aquí, pues tampoco veía tanto mar para yo entender que fuese una isla… jajaja Vivo en un apartamento, pequeño, pero muy acogedor. Poco a poco lo voy sintiendo como mi casa, colocando recuerdos y fotografías. ¡Ya sabéis que tendréis un pequeño huequito siempre que queráis! Cerca, en Pyhtää, vive Stéphanie, mi compi francesa de aventuras. Trabajamos para la misma organización, compartimos clases de finés y de ahora en adelante nos esperan muchos viajes y anécdotas juntas.
Grupo de voluntarios |
Como veis, poco a poco voy siendo una más por aquí. Intento mejorar mi inglés, voy a una academia para aprender finés (¡qué complicado!), voy conociendo nuevas costumbres, comidas, nuevos hábitos. Y la suerte que tengo es que me siento acogida.
Como cosas curiosas: he podido caminar sobre el mar. Está tan helado que uno pasea por encima sin ningún problema. Intenté pescar en el hielo, pero creo que me engañaron, porque no picaba nada.
Aún tengo muchas cosas que contaros, pero poco a poco. Y sí, lo sé, escribiré con más frecuencia. ¡Palabrita!
Espero que por allí todo vaya bien e incluso mejor que cuando yo me vine.
Hasta pronto.
Dicen que venimos al mundo a sufrir, que la vida es un engaño... Yo he venido a este mundo a vivir, la vida es un regalo.