sábado, 1 de septiembre de 2012

De visita a casa de los niños

Buenas noches a todos ¿Cómo estáis? Aprovechad de los rayitos de sol que van quedando, que poco a poco se acerca el otoño y el frío. ¡Qué la subida de IVA no nos prive de los pequeños lujos que no se pagan con dinero!
Sé que hace muchos días que no escribo, pero no creo que sea necesario contaros cuando me despierto, qué como, lo que hago cada día con los niños, a qué hora me acuesto, etc.  ¡Sería un poco pesada! ¿No? Pero hoy, sin embargo, tengo muchas cosas que escribir.
Esta mañana hemos visitado Itapõa, una de las denominadas “ciudades satélites” que hay próximas a Brasilia. Allí viven algunos de nuestros niños y  sus familias se ofrecieron para que fuéramos a conocer sus casas. Nos hacía mucha ilusión, las madres estaban estos días contentas por que fuésemos, los niños nos preguntaban que cuándo íbamos a ir, etc. Pero creo que no pensé en el factor negativo. Después lo entenderéis.
Cuando iba en el coche, intentaba imaginarme cómo sería la “ciudad”, las casas, añadía datos y cosas que las Hermanas me habían contado, la situación familiar y económica de la familia… Más o menos tenía una fotografía creada en mi cabeza. La primera casa que visitamos fue la de Leticia. Es una de las pequeñas del proyecto y su madre casi todas las tardes viene a ayudarnos con los niños. Desde el primer día tanto ella, como su hija, han sido muy agradables conmigo. Una gran puerta de metal y un muro de hormigón nos dan la bienvenida a su casa. Pero sorprendentemente es de esas casas que por fuera no parece gran cosas, pero tengo que reconocer que por dentro estaba bastante bien. Ambas, junto con su marido, nos han enseñado la casa y nos han ofrecido algún dulce y refresco. Con ella nos hemos dirigido al resto de las casas. Itapõa tiene una calle principal con comercios y el resto son calles, en las cuales, lo primero que se aprecia son muros de cemento, pintados de distintos colores, que esconden las viviendas. Las dos siguientes casas, de Dayana y el pequeño Kaique, eran muy pequeñas, con una salita que hacía las funciones de salón, comedor, despensa y cocina; una única habitación y un pequeño servicio. Apenas entrábamos. Pero en ambos lugares, las madres han agradecido mucho la visita. Nos han ofrecido zumo o frutas, alegando que nunca tenían visitas, que éramos las primeras.
Por último hemos visitado la casa de los hermanos Raimison y Regina. Algunos ya habréis visto alguna foto de ambos y sé que está mal decirlo, pero Raimison, especialmente, es mi favorito. Tenía ganas de conocer su casa, su entorno, ayer estuvimos bromeando si había limpiado o no su habitación, etc. El resultado no ha sido el que yo esperaba, me ha dejado un mal sabor de boca y una reflexión posterior. La casa, en cuanto a infraestructura, era la peor que habíamos visitado, sin puertas, sin color en sus paredes, dos pequeñas habitaciones para cuatro personas y una cocina. ¿Dónde está el baño? No tienen. Un pequeño grifo, una cortina y un cubo cumplen todas las funciones de un servicio. En ese momento tienes que disimular, todo esta bien, no te llama nada la atención, es normal la situación…pero no lo es. En ningún momento me había recreado esa imagen en mi cabeza e intentaba esconder mi asombro y mi tristeza.
Después de visitar a las familias en Itapõa, en el trayecto a Brasilia recordé mis visitas a los pueblos de la India. Sin duda la situación de pobreza en mucho más impactante en aquel país, pero la gente que conocí no eran personas que veía cada día, con las que compartía mis tardes. Eran familias que visitaba y allí se quedaban, no las volvía a ver. Sin embargo, a estos niños los veo cada día y si ya antes tenía claro cual era mi papel y estaba contenta con lo que hacía, ahora puedo ratificar que no me arrepiento en absoluto de haber tomado la decisión de venir a este proyecto durante dos meses, porque sé, que durante las horas que están aquí son felices, olvidan sus problemas, juegan, cantan, estudian, bailan y por unas horas SON NIÑOS.
 Y hoy, 1 de Septiembre, vuelvo a estar sola en mi habitación. Alejandra y Claudia, las otras dos voluntarias, han regresado a España. Ayer por la tarde los niños prepararon una pequeña sorpresa. Habían preparado bailes, merienda y algún regalo para ellas. Las tres acabamos emocionadas, el día que me marche yo… ¡no lo quiero ni pensar! Me vais a permitir que les dirija unas palabras. Gracias por compartir la experiencia conmigo. Ya os lo he dicho en algún momento, pero para mí, habéis sido un pilar importante, compartiendo alegrías, preocupaciones, consejos, etc. ¿Quién me va a distraer ahora?! PRAZER TIA ALEJANDRA Y TIA CLAUDIA *
 
Hasta pronto
*la palabra TIA la emplean los niños, de forma cariñosa, para hacer referencia a las personas que son más mayores que ellos.
 
 
 
 

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